Turismo
Ejemplo de convivencia ciudadana en el Tribunal de las Aguas
El centro de València tiene un encanto que transporta. A cada persona le puede evocar un lugar o un recuerdo diferente, pero con un paseo mañanero el jueves entre la Basílica y la Catedral de València, en la Puerta de la Seo de la Plaza de la Virgen, te remontarás a la época del Al-Ándalus. A las 12:00 horas cada jueves es el momento en el que el Tribunal de las Aguas de la Vega de Valencia se constituye como tribunal, pregunta si existen denuncias, y de haberlas, las resuelve con sentencia.
El sol está alcanzando su máxima altura, y durante el camino, la curiosidad se despierta al ver que alrededor de las 11:30 horas se montan los sillones de las acequias. Estos se custodian por una verja -"el corralet"- que aísla al tribunal de la cantidad de gente que hoy día se reúne para observarles. Los sillones se ordenan de forma que copian el orden de las tomas de agua de las diferentes acequias en el río. Mirando de frente al tribunal, se encuentran a la derecha las cinco acequias que toman las aguas por la margen derecha del río, y siguen el orden de forma que la acequia situada más a la derecha es la primera que toma el agua y la más centrada es la que se sitúa más próxima al mar. Las tres acequias de la margen izquierdo del río se colocan de la misma manera. Dado que el tribunal funciona con presidente y vicepresidente -que no pueden pertenecer a la misma margen del río- el lugar de ubicación de las sillas se altera para que ambos queden centrados en el tribunal.
Puntualmente se abre un pasillo entre la concurrencia para permitir el paso al Alguacil del tribunal, presidente, vicepresidente y todos los síndicos que lo componen. Así, los ocho síndicos pertenecientes a las acequias de Quart, Benàger-Faitanar, Mislata, Favara, Rovella, Tormos, Mestalla y Rascanya toman asiento en sus sillones para que el Algualcil, tras colocar el gancho, pueda dar comienzo a la llamada de los denunciados. Si existen denuncias, denunciante y denunciado entran a continuación de los síndicos junto con los guardas de las acequias involucradas. Los dos elementos más iconográficos que representan al tribunal son las blusas que deben llevar antes de entrar -antigua vestimenta de aseo y pulcritud de los agricultores- y el gancho -elemento que ayuda a controlar el curso del agua, que sirve para quitar embozos y para controlar las maderas de las paradas que distribuyen el riego-.
Acto consuetudinario
Para dar comienzo, el Alguacil -un cargo de autoridad designado por el tribunal entre los guardas de las acequias- hace la llamada dos veces a los denunciados de cada una de las acequias por orden de toma: Quart, Benàger-Faitanar, Tormos, Mislata, Xirivella -sin silla en el tribunal ni toma-, Mestalla, Favara, Rascanaya y Rovella -cuya antigua toma estaba en lo que hoy es el jardín del Turia-. De haber denunciante y denunciado se celebra el juicio y se dicta sentencia oralmente en el mismo acto. Si el denunciado no se presenta al juicio -ya ha sido citado anteriormente- desde el tribunal se manda al guarda de la acequia a buscarle. En el caso de que el jueves siguiente no se presente, se envía al Alguacil, que cumple con sus labores de citación a los denunciados que si no aparecen tienen el riesgo de ser condenados en rebeldía.
El acto lo concluye el presidente del Tribunal tanto si se ha celebrado un juicio como si no han aparecido denunciantes o denunciados. Tras la sesión pública tiene lugar una reunión, normalmente a puerta cerrada, en la que se trata las cuestiones que tienen que ver con la distribución y uso de las aguas.
Este compromiso de uso común del río por comunidades de regantes con diferentes tomas es otro de los ejemplos históricos que brinda el tribunal con el reparto justo de las aguas. De hecho, fue copiado por el legislador nacional y en el siglo XIX dio origen a lo que hoy llamamos juntas centrales. En estas, diferentes usuarios con tomas diferentes se ponen de acuerdo para distribuirse de forma racional los sistemas hidráulicos.
Todos los jueves a las 12:00 h
¿Por qué salen a preguntar si hay denunciados?
Nos situamos hace cien años, cuando no había ni teléfonos, ni coches y los síndicos se desplazaban desde varios kilómetros a la redonda de la ciudad de Valencia a la plaza de la Virgen, a la puerta de la Catedral, porque así lo ordenan sus ordenanzas y porque no sabían si debían “ver y examinar si alguno había incurrido en pena”. El Tribunal tenía que constituirse, ya que los Síndicos no sabían si había denunciados y tenían que estar a disposición de los labradores para resolver con celeridad sobre el agua, es decir sobre su propia subsistencia. Si se hubiera alterado la costumbre de reunirse todos los jueves ya no tendríamos Tribunal de la Aguas.
También podemos comprender la necesidad de la reunión semanal si tenemos en cuenta la faceta del Tribunal de las Aguas como órgano distribuidor de las aguas. Los Síndicos debían estar atentos a que hubiera agua suficiente para sus regantes. Pero no solo eso, desde siglos atrás los síndicos del Tribunal de las Aguas no sólo distribuían el agua entre ellos de la manera más eficiente, sino que también se unían para reclamar a los que usaban las aguas del Turia “aguas arriba” para lo que históricamente han acudido a los jurados de la ciudad de Valencia, pues cuando falta agua en la vega, también falta agua en la ciudad.
Tribunal de las Aguas de la Vega de Valencia
El Tribunal de las Aguas es la institución de justicia civil más antigua de Europa. Es un auténtico tribunal de justicia reconocido en la ley orgánica de poder judicial, cuyas sentencias no son apelables ante ningún tribunal ordinario. El procedimiento que sigue se adecúa a los actuales principios básicos de justicia y así lo ha validado Tribunal Constitucional de España.
Además, es una organización de distribución de aguas que coordina su uso desde hace siglos, promoviendo su racionalización para que el agua que sobra de unas comunidades sea utilizable por otras. En definitiva, es una forma de organización social de autogestión que no depende de ningún poder político o militar, lo que hoy es un vivo ejemplo de convivencia ciudadana.